Hace ya unos doce años, más o menos, que trabajo como auxiliar de enfermería y tengo el privilegio de poder decir con orgullo que adoro mi trabajo, me siento realizada cuando salgo por la puerta del hospital y el aire frío de la noche me despeja. Cuando trabajo sé que estoy ayudando a la gente a paliar sus dolores, miedos y tristezas o al menos lo intento. Y esta, amigos, es una de las mayores satisfacciones que puedes tener.
Para mí, mis pacientes son mi prioridad, si alguno siente dolor, le damos analgésicos, si tiene fiebre se la bajamos y controlamos, si tiene miedo le cogemos la mano, si esta contento reímos con él, si esta triste le animamos y si esta solo le ofrecemos nuestra compañía.
Pero mi trabajo es muy peligroso pues sino tomas precauciones puede doler mucho, a pesar de todo y sin perder nunca la humanidad, debes forjarte una armadura que te proteja el corazón, de lo contrario tan solo duraríamos unas semanas antes de desmoronarnos emocionalmente. Pero aún así, hay veces en las que por mucho que lo intentas, te encuentras con personas que logran atravesar tú coraza y te llegan al corazón. Son personas muy especiales con las que conectas rápidamente, con vidas a veces increíbles a veces aterradoras, que por alguna extraña razón te llegan a lo mas hondo. En los años que llevo trabajando, he conocido varias de estas personas especiales -aunque para mi todos tienen algo especial-.
Mi primer trabajo como auxiliar de enfermería, fue en un centro socio sanitario, donde ingresaban personas muy mayores, con problemas de salud como neumonía, problemas para tragar, infecciones o solamente para que la familia descansara del cuidado del paciente. Allí, tuve la oportunidad de conocer a muchas de estas personas especiales.
La gran mayoría de personas que ingresaban, padecían enfermedades degenerativas como, Parkinson, Alzheimer o demencia senil y veías a las familias como sufrían por sus seres queridos, al comprobar como se iban convirtiendo poco a poco en otras personas a las que no reconocían. Pero yo no sabia como eran anteriormente. Para mi, esas personas eran así y lo aceptaba. Ya se que puede sonar extraño, pero yo tenía que tratar con ellos en esa etapa de su vida. La enfermedad, les provocaba en ocasiones, un retroceso en el tiempo. Eran como niños juguetones y traviesos con grandes historias que contar, otros se convertían el personas rabiosas y violentas (eran los menos) cuando siempre habían sido amables y buena gente, otros simplemente estaban allí, desconectados del mundo.
Disfrutaba cuidándolos, hablando de sus hijos o de cuando eran jóvenes, mientras les daba la comida, que estuvieran limpios y no sufrieran ulceras, o simplemente viéndoles sonreír cuando venia la familia a verlos y los nietos se les tiraban encima para abrazarlos, riéndome con ellos cuando hacían sus travesuras o tenían esas ocurrencias que solo los niños tienen. Fue una época muy bonita en la que sufrí mucho pero valió la pena cada instante que compartí con esas personas maravillosas.
En mi corazón guardo el recuerdo de todos y cada uno de ellos pero hay algunos que los tengo en un lugar especial. Personas que me marcaron más o con las que compartí momentos muy especiales. Pero esto se esta alargando mucho y no os quiero aburrir, otro día os contare algunas historias de mis niños y os hablaré de las cartas. Hasta pronto…